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martes, 23 de febrero de 2010

POEMAS DE PEDRO GARFIAS


Pedro Garfias (1901-1967) nació en España y murió exiliado en México. En Guadalajara, Torreón, Guanajuato y Monterrey muchas personas recuerdan su talante amistoso, sus ojos desorbitados y llenos de desasosiego, su voz ronca de sed, sus memorias de la lucha republicana y su poesía dicha de memoria en las noches de la taberna, una poesía “ajustada a la regla de la íntima concordia”, decía Arturo Rivas Sáinz. El ala del sur, Poesías de la guerra española, Héroes del sur, Primavera en Eaton Hastings y Río de aguas amargas son algunos de sus libros principales. Escribió además reflexiones sobre la poesía y, junto con Gerardo Diego, los textos fundamentales del movimiento ultraísta. Su vida nómada, la sensación de desarraigo, el menosprecio de algunos líderes de opinión del exilio y la nostalgia fueron la materia de su trabajo poético enriquecido por un personalísimo humor negro, un profundo autosarcasmo y una idea absolutamente original del ritmo y de los significados polivalentes de la palabra. En 1981 su poesía regresó a España y fue objeto de un homenaje en el Centro Cultural de la Villa de Madrid y de múltiples estudios en universidades de España y el mundo. Garfias conoció a un árbol que lo quería bien, “a él le dolía el tronco. A mí el tronco y la sien”, y en medio de la desolación afirmó, con su poesía urgente y desasosegada, los valores de la sobrevivencia.


PRIMAVERA EN EATON HASTINGS
(Fragmentos)

V


Yo te puedo poblar, soledad mía,
iguala que puedo hacer rocas y árboles
de estas oscuras gentes que me cercan.
¿Cómo, si no, llevar sobre los hombros
la ausencia? El ágil viento me conoce
y ayuda en mi trabajo: cada día
cuelgo del monte nuestro cielo limpio,
planto en el lago nuestra rubia era
y el ancho río de corriente pródiga
vacío lentamente...
Allí donde los pinos y los álamos,
donde la encina sólida y el roble
el claro olivo de verdor de plata.
Y sobre el culto césped
el triunfo de la espiga.
El sol muy en lo alto, fatigando
el aire con sus alas,
en el cenit su vuelo detenido.
Cómo su gracia y limpidez los ojos
me abrasan con su luz... No lo soñara
la torpe mano que me arrebatara
mi blanca Andalucía.


VI


Hoy que llevo mis campos en mis ojos
y me basta mirar para verlos crecer,
siento vuestra llamada, prados de verde edad,
oigo vuestra palabra, árboles de cien años,
y os busco inútilmente a través de la tarde.
Ni el vuelo de los trinos ni el canto de las ramas
han de romper el duro silencio de mi boca.
Si me quedase inmóvil, como esta buena encina,
vendrían vuestros pájaros a anidar en mi frente,
vendrían vuestras aguas a morder mis raíces
y aún seguiría viendo con su blancura intacta,
quién sabe si dormida, la España que he dejado.



ASTURIAS

Asturias, si yo pudiera,
si yo supiera cantarte...
Asturias verde de montes
y negra de minerales.

Yo soy un hombre del Sur
polvo, sol, fatiga y hambre,
hombre de pan y horizontes...

¡Hambre!

Bajo la piel resecada
ríos sólidos de sangre
y el corazón asfixiado
sin venas para aliviarte.

Los ojos ciegos, los ojos
ciegos de tanto mirarte
sin verte, Asturias lejana,
hija de mi misma madre.

Dos veces, dos, has tenido
ocasión para jugarte
la vida en una partida,
y las dos te la jugaste.

¿Quién derribará ese árbol
de Asturias, ya sin ramaje,
desnudo, seco, clavado
con su raíz entrañable
que corre por toda España
crispándonos de coraje?

Mirad, obreros del mundo
su silueta recortarse
contra este cielo impasible
vertical, inquebrantable,
firme sobre roca firme,
herida viva de su carne.

Millones de puños gritan
su cólera por los aires,
millones de corazones
golpean contra sus cárceles.

Prepara tu salto último
lívida muerte cobarde
prepara tu último salto
que Asturias esta aguardándote
sola en mitad de la Tierra,
hija de mi misma madre.

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